Irlanda
es un país maravilloso para viajar, con algunos atractivos turísticos sin par.
En mi último viaje pude conocer de primera mano su capital, Dublín, que se
convirtió en toda una experiencia fantástica, sobre todo la visita a los
acantilados de Moher. Antes de describir mi jornada en este lugar, decir que
Dublín es una ciudad para volver. Muy bonita de pasear, con un gran ambiente
nocturno y diurno, y suficientemente grande para no acabártela en menos de dos
días.
Lo
ideal es desplazarte bien pronto hasta allí para, si el tiempo acompaña, poder
ver el sol en su máximo esplendor. Cuando el tiempo está despejado, como fue mi
caso, las vistas que se pueden disfrutar son realmente asombrosas. Tras haberlo
visto en fotos, tengo que decir que la altura de estos acantilados impresiona
muchísimo más que lo que se puede vislumbrar en estas. De ahí la razón por la
que recomiendo encarecidamente esta visita.
En el
lado opuesto de la moneda hay que decir que la excursión a este lugar siempre
resulta muy cara. Los que mueven el sector turístico en Irlanda aprovechan el
tirón de este lugar sin igual y establecen precios que pueden superar los 50
euros, sabedores de que muchos turistas aceptarán realizar el sacrificio. Si
tienes suerte, puede que la visita incluya acercarte a la bonita localidad de
Galway, muy animada y con calles preciosas.
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